27 de febrero de 2009

"De quimeras y algo más"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 25/02/09)

“El androide y las quimeras”, editado por Páginas de espuma, reciente entrega de Ignacio Padilla, es el segundo volumen de la tetralogía de cuentos: Micropedia.
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Al libro lo conforman dos partes: “El androide en nueve tiempos” y “Quimeras de tres orillas”.
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La primera parte contiene los cuentos: “Las Furias de Menlo Park”, “Romanza de la niña y el pterodáctilo”, “Las tres Alicias”, “Pacto de caballeros”, “Las entrañas del Turco”, “Guía de ruso para principiantes”, “Antes del hambre de las hienas”, “Viaje al centro de una chistera” y “Of Mice and Girls”.
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Mientras que la segunda parte está compuesta por tres cuentos: “Galatea en Brighton”, “Miranda en Chalons”, “Circe en Galápagos”.
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Los doce relatos, según cuenta Padilla, en las referencias que aparecen en la parte final del libro, tienen una base teórica. A Ignacio sólo le correspondió armar las historias que cada texto exigía.
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Los cuentos presentados por el ganador del Premio Juan Rulfo 2008 -por su cuento Los anacrónicos-, coinciden en su brevedad, pero también por la maestría con la que atrapa a sus lectores, casi de manera inexplicable.
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Soy un lector lento. Pensaba leer este libro con calma, un cuento por día, pero cuando empecé a leerlo, me di cuenta, de pronto, que ya había terminado de leer la primera parte en un abrir y cerrar de ojos.
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A Ignacio Padilla lo caracteriza el manejo de un lenguaje amplio y cuidadoso. Esta no es la excepción. El lector que se topará con un libro que mezcla el estilo borgiano (lo fantástico) con el cortazariano (por aquello de la contundencia aplicada en cada final).
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Padilla construye un mundo tan real que no parece fantástico. He ahí el don de la verosimilitud. El hecho de imaginarse al autor de las dos Alicias: en el país de las maravillas y a través del espejo, en sus últimos días, desesperado por recomponer su libro y dar paso a una tercera versión de Alicia, es relatado por Ignacio de una manera agraciada que termine creyendo que lo leído era una crónica, cuyo único fin era dar veracidad al acontecimiento.
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Como bien dice la contraportada del libro, este libro es un catálogo de muñecas, androides, quimeras, de igual forma, creo, de obsesiones y descubrimientos que terminan en: la destrucción y la fatalidad.
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Cuentos concisos y precisos. Leves y exactos. Redondos. Bellos y envolventes. Una lectura que estoy seguro a más de uno hará pensar y pasar un rato ameno, provechoso.

18 de febrero de 2009

"¡Qué viva el ocio!"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 18/02/09)

No hay fin de semana más saludable para estos días de crisis que el pasado. Aclaro nada tiene que ver con el catorce de febrero. La sanidad de la que hablo me la provocó un par de ensayos demasiado frescos y combativos. El culpable, querido lector y lectora, es Rafael Lemus con su libro “Contra la vida activa” editado por -la desenfadada y bien dirigida- editorial Tumbona. Este libro viene a ser el round (o número) nueve, perteneciente a la colección “versus”. Lemus escribe dos ensayos: “Elogios de las cosas” y “Elogio del aburrimiento”. En ambos textos el nombrado autor invita al lector a reflexionar sobre su situación y contexto actual en el que se encuentra. Le pide unos minutos de su atención para discutir sobre un tema: la búsqueda de una vida feliz, plena. Lo que todo humano desea en esta vida.
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Pero momento querido lector, nuestro autor en cuestión no receta determinadas fórmulas para alcanzar la meta. Al contrario, combate toda ecuación conocida y sugiere que se despierte a la realidad que rodea y perjudica a cada uno de los humanos que habitan el planeta. Lemus, de manera combativa y amena, apunta que la vida contemporánea es extraña, contradictoria, pues en estos días la felicidad se vende como este asunto de trabajar muchas horas libres para obtener un sueldo “bien merecido”, aunque mal pagado, y así poder comprar artículos diferentes y objetos varios que nos harán la vida más placida. Y sobre todo se busca combatir al ocio (tiempo libre), ya que la nueva visión ve a tal como un mal social.
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Empero han olvidado que el ocio es saludable, porque es un respiro, una oportunidad para estar con uno mismo, para tirarse en el pasto y gozar de algo natural o simplemente para no hacer nada. Pero eso es insano y criticado. Los padres no pueden ver a sus hijos tirados en la cama un fin de semana, porque, dicen, desperdician su vida. Que mejor deben buscarse algo productivo que hacer como trabajar para obtener algún sueldo y volverse activos socialmente. Sólo así podrán entender lo que es la vida y convivir en ella. Lo cual no está alejado de la realidad. La estabilidad emocional, personal y social se gana trabajando ocho horas diarias en una oficina, soportando malos tratos del patrón; maltratando al cliente; comiendo fast food en el tiempo libre; viboreando al colega del escritorio vecino; llegando a casa fundido a medio comer luego ver las noticias y enterarse que al mundo se lo lleva el carajo. Eso señala Lemus es la calidad de vida que se anhela. Y se anhela, porque se tiene miedo a “no hacer nada”. En ese “no hacer nada” se puede leer un libro, ver una película, hacer el amor, ver la salida del sol en el mar, en fin, captar bellos momentos que podrán dar plenitud a la vida. Sin embargo, eso es no ganar dinero, es perder el tiempo y la vida es corta como para darse ese lujo.
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Un libro para leer en un rato de inactividad que al menos le arrancará una sonrisa, en el peor de los casos; en el mejor, le dará la esperanza de que aún es tiempo de no malgastar su vida, convirtiéndose en un ente sin ociosidad, como fueron en un inicio los trabajadores de “Metrópolis” (Fritz Lang). Hay que aspirar a la rebelión o la vida que plantea Jean-Pierre Jeunet en su “Amélie”.

12 de febrero de 2009

"Contra la presión, clamo paz"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 11/02/09)

A Pedro Ángel Palou por su presencia constante,
a Roberto Martínez por su consejo y
a Carmen Barranco, por la pasión que le da a mi vida.
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¿Qué se puede hacer cuando no se tiene una idea? Nada, absolutamente nada. Simplemente la idea se esfumó, como el agua o el tiempo. Un día está y al otro ni su estela se logra ver. Huye sin avisar.
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A veces la presión, el cambio de vida y ritmo influyen. Quizá la idea se resista al cambio y prefería irse a un lugar donde esté más a gusto, donde la calma impere.
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Mientras escribo estas líneas tengo en la cabeza la presión de presentar un examen en el área de la lingüística este martes (ayer), luego este miércoles preparar una clase enfocada al razonamiento verbal. Y sólo quisiera gritar, aventar todo y matar a los que me robaron mi vida, mi calma, la escasa sonrisa.
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Me doy cuenta que el mundo no me gusta. Me daría asco que de grande me termine convirtiendo en todo aquello contra lo que lucho: mochería, extremo catolicismo, falta de credibilidad en el otro, falta de valoración al otro, exigencia desmedida y sin sentido al prójimo y una lista sin fin.
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Quizá por eso disfruto de ir a la Ciudad de México e inmiscuirme en el metro, único espacio para compartir tu soledad con una inmensa mayoría, pero también es el ínfimo espacio para intentar estar con uno mismo. En Puebla eso es imposible, es tan pequeña que te puedes encontrar a quien menos deseas saludar, nuevamente vuelvo a la escasez de paz. Esta ciudad no es angelical, es demoniaca. Siempre vivir a expensas del qué dirán. No se puede ser porque siempre habrá un contario que nos señale con un mal social.
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Entre todo este mar, encuentro un aforismo de Juan Eduardo Cirlot que viene en su colección de aforismos “Del no mundo”, el cual titula al libro que fue publicado el año pasado por Siruela.
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“Nadie, en realidad, puede ayudar. Nadie puede hacer nada por ti, ni en lo esencial ni en lo circunstancial. No debes esperar nada, desear nada, confiar en nada. Tienes, sin embargo, que seguir actuando (pero, progresivamente menos, orientado a lo sólo necesario), porque tu circunstancial lo exige. (Por ahora).”
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Empero, creo, al final está lo único que alienta mi día, saber que siempre tendré la mano de mi bella, la sonrisa de mi Lilith. Y las letras, la pasión por leer y escribir. El placer de algún día charlar con grandes y cercanos amigos sobre libros, novelistas y poetas.

4 de febrero de 2009

"El “Che” revisitado"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 04/02/09)

La biografía es un género extraño. Es el puente que une a la Historia con la narrativa. Motivo por el cual considero es difícil escribirla de forma amena, suave, digerible y casi poética. Como es el caso del libro que recientemente publicó Julia Constenla: “Che Guevara. La vida en Juego”, bajo el sello de la editorial Edhasa. Cabe destacar que cada una de sus páginas está hecha de papel couché, lo que embellece la edición.
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Este libro, que está compuesto por doscientas ochentaiocho páginas escritas con una narrativa encomiable y que van bellamente acompañadas por más de cien fotografías –inéditas algunas, según reza la contraportada del libro-, va llevando al lector por un recorrido que empieza con el nacimiento de este símbolo latinoamericano y termina con la ejecución, fusilamiento que perpetrarán a cobardía los militares de aquél ejército bolivariano el nueve de octubre de mil novecientos sesentaisiete. Hace ya cuarenta dos años.
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Para el lector que no conoce nada acerca del Fuser (apócope de Furibundo Guevara Serna, como le llamaban sus compañeros de rugby), por desinterés, desidia o flojera, este libro lo iniciará en la vida de dicho personaje de una manera bella y sin complicaciones, mientras que para el seguidor de los pasos que dio nuestro prócer latino, aquí hallará una visión que no juzga ni omite opinión, sólo presenta los acontecimientos conforme sucedieron.
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El Che que disfruta de pasar ratos amenos con su familia, el Che lector de Kafka, Nietzsche, Faulkner, Freud o Goethe, el Che amante de la poesía, el Che que luchó día a día contra el asma, enfermedad que lo persiguió siempre y el Che apegado a su madre; están retratados aquí.
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“Che Guevara. La Vida en Juego” es una auténtica radiografía del mito, la leyenda, y la estampa comercial, condiciones que ha obtenido el Che debido a los malentendidos, maledicencias y fanatismos en los que se ha visto envuelto desde su muerte.
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Un libro que se agradece, pues en tiempos como los que estamos viviendo, donde parece que todo se va al carajo, es bueno revisitar la vida de un personaje que marcó el siglo veinte con cada una de sus acciones poniendo varias veces el dedo en la llaga hasta encontrar la patria o la muerte y nos recuerda que a veces morir por un ideal vale la pena.
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Nos estamos leyendo la próxima semana, cuando les dé los pormenores acerca de mi visita a la exposición: “Zares. Arte y cultura del Imperio Ruso”, colecciones del Museo Estatal del Ermitage Rusia, que está exhibiéndose en el Museo Nacional de Antropología e Historia.