27 de febrero de 2012

Entre lo fantástico y lo filosófico-(Sexenio-Puebla 21/02/12)

Leonardo Da Jandra es, quizá, uno de los escritores más “extraños” en mundo literario de México. Como pocos, mejor dicho: como ningún otro, Da Jandra además de ser un buen narrador mexicano es un filósofo muy propositivo y un editor muy visionario. Si esto no es suficiente para diferenciarlo de los demás escritores, el autor de novelas como La almadraba, Samahua y Huatulqueños vivió por un buen rato en los territorios de la selva de Huatulco.

Recientemente Almadía –con ya 7 años de vida editorial- publicó Distopía, la nueva novela de Da Jandra donde la ciencia ficción y la filosofía convergen para contar la historia de un futuro que parece muy lejano.

Dentro de un lugar llamado Continente existe otro conocido como la granja, aquí se aíslan a aquellos seres con deficiencias genéticas, así como a los delincuentes y personajes tachados de subnormales. Hartos de esta discriminación, comienzan una rebelión para exigir les sea reconocido su derecho a circular de forma libre por el Continente sin discriminación alguna; de no ser así todos los habitantes del Continente poco a poco irán desapareciendo, víctimas de un virus letal liberado por los habitantes de la granja. Situación que orilla al Consejo Cívico –conformado por un teólogo, un filósofo y una jurista- a establecer una reunión para resolver la situación. En su búsqueda por encontrar la mejor solución para los habitantes de la granja, los expertos se perderán en un mar de conceptos y temas donde el aborto, la eugenesia y el libre albedrío se convertirán en los protagonistas del diálogo entre estos personajes.

Distopía se ubica dentro de la tradición novelística al mas puro estilo de Huxley u Orwell, la cual a través de la ficción invita al lector a reflexionar sobre el rumbo que como humanidad le estamos dando el mundo. Con esta novela Da Jandra defiende la postura de que las novelas no sólo deben contar historias fantásticas, sino que deben ser capaces de transformar la vida del lector.

Distopía es una novela que marca diferencia en la novelística mexicana, tal como lo hace la vida del mismo autor.

Una novela que no tiene pierde y debe leerse con suma atención.

Antoni Tàpies por Juan Eduardo Cirlot-(Sexenio-Puebla 14/02/12)

A inicios de la semana pasada, mientras me encontraba detallando el segundo capítulo de mi tesis sobre el ciclo poético Bronwyn de Cirlot, me enteré de la muerte de Antoni Tàpies.

Para muchos Antoni Tàpies fue pintor, escultor y teórico del arte; para otros más fue el artista que expuso en instituciones como el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, la Serpentine Gallery de Londres, la Neue Nationalgalerie de Berlín, el Centre Pompidou de París o el Museo Reina Sofía de Madrid, entre otros muchos y quizá, para unos más, los más conocedores del tema Tàpies es uno de los grandes referentes mundiales de la pintura del siglo XX y en concreto del arte abstracto de posguerra.

Para mí, gracias a Cirlot y el conocimiento que estoy teniendo de su poesía, Tàpies fue uno de los tantos miembros del grupo Dau al set, según Clara Janés, es “un grupo de carácter revolucionario –uno de los primeros movimientos de la posguerra española- respecto a las corrientes que predominaban en la España de aquellos años, que entroncaba con los movimientos de vanguardistas surgidos antes de la guerra y cuyos intereses por el surrealismo estético, la música alemana de vanguardia, la magia y el esoterismo, se identifican con los del propio Cirlot”. El nombre de Dau al Set -según Ángeles García- se traduce como: “`la séptima cara del dado´. Lo formaban el poeta Joan Brossa, el filósofo Arnau Puig, los pintores Joan Ponç, Modest Cuixart y Joan-Josep Tharrats, el teórico editor Juan Eduardo Cirlot y [hoy fallecido] Tàpies”.

Del 19 de septiembre al 17 de noviembre de 1996 se realizó en España una exposición llamada Mundo de Juan Eduardo Cirlot, gracias al atino de Juan Manuel Bonet (director del Instituto Valenciano de Arte Moderno, IVAM). Posteriormente se publicó el catálogo de la exposición. Dentro de este catálogo se encuentra el artículo: La pintura de Antoni Tàpies, texto realizado exprofeso por Juan Eduardo Cirlot para el catálogo de la exposición realizada en las Galerías Layetanas en 1950.

A continuación con Cirlot y la forma en que define el arte realizada por Tàpies:

(…) Antoni Tàpies busca en la tapa de sus telas los agujeros por los que el humo del misterio sangra lentamente. Aplica allá la hechicería que brota de los tubos de colores y va confabulando con la misma precisión que sus remotos padres la angustia y el éxtasis de sentirse vivo en el mundo vivo, creciendo entre cosas que crecen, que propagan sus hambres y sus procedimientos, sus extensiones y su duración abierta en estrellas, en espigas, en uñas y garras, en pelo y llamas o dimensiones establecidas por métodos elementales. Los sucesos particulares de la vida de Antoni Tàpies no importan nada, como no importan tampoco los orígenes de los trucos que le mago despliega entre nuestra mirada. De manera que debemos olvidar su procedencia ibérica, su raíz catalana (lugar del más apasionado románico, de las influencias moras, persas y fenicias, de la aparición eruptiva de Gaudí, Dalí y Miró) para mirar solamente el resultado de la serie de pinturas. (…) Antoni Tàpies cree además en el principio filosófico que establece la unidad verdadera de todo lo análogo (isomorfismo) y por ello sus puntos son centros, sus líneas direcciones, sus ramajes crecimientos y el conjunto de sus obras una vasta ontología en la que el ser aparece, se disgrega, se destroza a sí mismo por amor en sus apariciones (fantasmas de imágenes), volviendo finalmente a caer en sí mismo, a través del doble milagro de los objetos (cosas en sí) y del vacío (emisión incomprensible, potencial) del ser” (…). Su creación ha logrado ya la síntesis que evidencia el tránsito de una sinergia heterogénea (aspiración, influencias, presentimientos, dirección; etc.) a la de una formulación puramente autóctona.

Dau al Set es un movimiento de vanguardia que durante mi carrera de licenciatura jamás oí nombrar. Qué tristeza.

Ojalá que la muerte de Tàpies sirva para que los académicos ya en el arte, ya en la literatura se acerquen a estos grandes artistas: Cirlot y Tàpies, que son tan desconocidos por su inmensa mayoría.

14 de febrero de 2012

La vuelta de tuerca-(Sexenio-Puebla 06/02/12)

Curioso les parecerá a algunos lectores que una de mis recientes lecturas sea La vuelta de tuerca de Henry James, pues dicho libro es considerado como un “clásico de la literatura universal y un imprescindible” para cualquier estudiante de letras.

Sin embargo, siempre me consideré un estudiante atípico en comparación con mis compañeros de generación y me asumo un lector “raro”.

Mientras unos van por la vida leyendo “las obras clásicas”, yo opté -desde hace muchos años- por leer a los autores vivos antes que los muertos, la razón es simple y sencilla: la posibilidad de conseguir un diálogo con el escritor y así tener la oportunidad de intercambiar impresiones. Esto propicio que mientras algunos de mis compañeros seguían armando sendas reverencias al Boom latinoamericano, yo comenzaba a tener entre mis lecturas a: Cristina Rivera Garza, Bolaño, Pitol, Tabucchi, Calvino, Xavier Velasco, la generación del Crack, Cirlot; entre otros. Ahora, lejano de toda opinión académica y cercano a la pasión literaria que ciertos autores “clásicos” provocaron en escritores vivos como Sergio Pitol es que me acerco a esos “libros obligatorios e imprescindibles”.

Leer a Henry James ha sido una gran experiencia, el primer acercamiento que tuve fue con Washington Square y ahora La vuelta de tuerca se convierte en el segundo enfrentamiento literario con James. Lecturas que fueron posibles gracias a las cuidadosas y precisas traducciones realizadas por Sergio Pitol; hoy reunidas bajo la colección Sergio Pitol traductor.

La grandeza de James es amplia e indiscutible.

Sin duda, lo que más me ha maravillado de su escritura es la capacidad con que recrea los ambientes y logra crear la atmósfera necesaria para que el lector se adentre en la historia, de tal forma que lo convierte en un fidedigno observador de la historia. De igual forma, la habilidad para lograr que una historia sencilla, sin tantos vericuetos, se convierta en una narración que atrapa y entretiene.

Por supuesto las traducciones de Pitol son bellas. Quien haya leído alguna novela de Pitol sabrá que éste ha sido muy cuidadoso al evitar que su voz narrativa aparezca en sus traducciones; cediéndole así la voz al autor que se está traduciendo, pues se trata de que el autor, en este caso James, logre hablar a través de un idioma que no es el suyo.

7 de febrero de 2012

El daño no es de ayer-(Sexenio-Puebla 01/02/12)

Nuevamente Ignacio Padilla vuelve a ser noticia o mejor dicho, ya se está volviendo costumbre oír su nombre al lado de algún premio literario.

Recientemente ha salido a la luz su más reciente novela: El daño no es de ayer, la cual viene acompañada del premio La Otra Orilla 2011; convocado por la editorial Norma y la Asociación para la Promoción de las Artes de Cali. El jurado de este premio estuvo conformado por el argentino Horacio Vázquez-Rial, el colombiano Juan Gossaín y el español Pere Sureda. Tristemente esta novela es la última -de corte literario- que se publica bajo este sello, por ende este es el último premio que se otorga, quedándose tan sólo en 7 ediciones.

Finalista entre 468 obras recibida, El daño no es de ayer marca el regreso de Ignacio Padilla al género de la novela, pues por un tiempo se dedicó a la publicación de ensayos, cuentos y cuentos infantiles.

Con una prosa fluida y una estructura que juega y busca confundir, Padilla cuenta la historia de un veterano del Frente del Pacífico que se dedica a ser reportero, quien viaja a un pueblo desértico –casi el infierno-: San Damián, donde un cura le cuenta la historia de los gigantescos hermanos Ramson y su enorme perro negro, los cuales fueron devorados por un Rolls-Royce sepultado en la arena. Ahí, nuestro narrador se encuentra cerca del pueblo con el comisario Srb, quien persigue a un mutilador de meñiques mientras le cuenta le romance entre una solterona espiritista y un ingeniero militar que soñaba con inventar un motor perpetuo capaz de desafiar los designios del creador. Cada historia es parte de una Historia, donde las conspiraciones de sociedades secretas por controlar el mundo, así como la sensación de pertenecer a un algo que cambiara o transformara lo conocido, al igual que esa extraña sensación de sentirse vigilado y/o perseguido; tienen cabida en esta novela donde el autor logra mezclar de forma irreverente la fantasía, el western y lo policiaco y/o detectivesco.

Al igual que en La gruta del toscano, Padilla inyecta en esta novela una fuerte carga de humor para contar una historia simple en apariencia, pero que en profundidad es una amplia crítica a la situación actual: la pérdida de la espiritualidad y la falta de credibilidad en el otro. De igual forma, es una burla a la extraña moda que existe en el mundo literario de publicar historias sobre conspiraciones que buscan dominar el mundo.

El daño de ayer es una novela juguetona, arriesgada que atrapa, seduce y divierte; que busca perder al lector en su búsqueda por encontrar la coherencia del texto. Pues, quizá, para encontrar la verdad es necesario perderse.