Mucho se ha dicho acerca de la Lucha Libre: que si es un circo, que si los golpes son de verdad, que si está arreglado, que no son deportistas. Dichas opiniones tienen cierto valor. Sin embargo, la mejor manera de comprender, analizar y verificar cualquier versión y opinión alrededor de este deporte, es asistiendo.
Después de un año regrese a la Arena Puebla –acompañado de Carolina, mi hermosa Kurá-, para disfrutar de una función de Lucha Libre, cuya cartelera anunciaba en su semifinal a Rush, Máximo y Valiente del bando técnico; mientras que la tercia ruda estaba conformada por Averno, Mephisto y Ephesto. Por otro lado, la lucha estelar advertía la presencia de Místico, La Máscara y Máscara Dorada en contra de los Guerreros de la Atlántida: Atlantis y Último Guerrero, al lado del "Rey del Guaguanco": Mr. Niebla. La cita como de costumbre era a las nueve de la noche en punto.
Por motivos económicos, decidimos que el mejor lugar era ir a la zona de balcón, estando dentro de la Arena Puebla, elegimos en pro de una mayor visión y diversión sentarnos en el área donde se ubica la porra ruda. Ahí las pasiones salieron a flote y la seriedad de cada día quedo en el olvido. Ambos necesitábamos liberar adrenalina y gritar lo que hace mucho no gritábamos. De nuestras bocas emergían diversos gritos, desde mentadas de madre hasta porras rudas.
Asistir a la Lucha Libre es presenciar un teatro enorme donde luchadores y afición se conjugan para ofrecer una gran comedia. Ahí uno puede toparse con mujeres y hombres de todos colores y clases; acuden los trajeados, los malolientes, los pandrosos, los fresas, los comunes. No hay distingo de nada, durante las dos horas que dura la función todos se confunden y se transforman con el fin de sacar a flote aquél ente vulgar y corriente que está escondido en espera de encontrar el mejor lugar para mostrarse; la Lucha Libre es la zona indicada, pues aquí no interesa otra cosa que interpretar de la mejor forma posible el papel de rudo o técnico. A nosotros nos gusta el papel de rudos, pues este bando no basa su triunfo en la aprobación de una autoridad, (referí) ellos se generan las opciones: el triunfo legal o el triunfo ilegal, cuyo principal motor es humillar a cualquiera de los luchadores del bando técnico.
La Lucha Libre es un espectáculo como cualquier otro, donde probablemente el triunfo de determinado bando esté pactado con anterioridad; aunque se diferencia de los demás por la enorme preparación tanto deportiva como actoral; ya que los golpes son reales, pero, sin duda alguna, saben dónde y cómo pegarse. Tan reales son los golpes como los lances que las lesiones o la muerte durante la pelea son opciones contempladas por cada uno de los participantes.
No hay mejor forma de lograr una catarsis perfecta que la Lucha Libre y no existe mejor ruda, que además sea bonita, que Carolina. Y no conozco mayor poesía deportiva que la emergida por cada una de las porras, ya ruda, ya técnica.
¡Arriba los Guerreros de la Atlántida! y a quien no le parezca que vaya y que chi…y que chi… y que chiquitibum a la bin bon ba, ¡Rudos, Rudos, Rudos; rra, rra!
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