Hay novelas que sirven para demostrar un derroche de técnica literaria,
otras para graduarse como aprendiz de alguna tradición literaria o de un
escritor determinado y algunas más ofrecen una historia que atrapa y/o
entretiene al lector. Las mejores, sin duda, son las últimas.
César Silva Marquez ha publicado recientemente en Almadía su novela Juárez Whiskey. Una novela que abandona
las falsas pretensiones y se dedica a contar
la historia de Carlos, un ingeniero de treinta años.
Carlos vive en medio de una ciudad donde los descabezados, los
desaparecidos y la guerra contra el narcotráfico son el pan de cada día. Sin
embargo, Silva Marquez abandona la posibilidad de centrar su historia en el
narco y sus consecuencias, para recordar al lector que en medio de la violencia
siguen existiendo las historias de personas que intentan sobrevivir a sus
infiernos particulares.
Los infiernos de Carlos son amorosos y llevan el nombre de: Belinda
quien encarna la derrota amorosa y el tormento de ser su “mejor amiga”,
Angélica le rememora que la posibilidad que te dejen por otro es real, Blanca
es la típica mujer bipolar y contradictoria; mientras que Gabriela Torres es la
única mujer con la cual siente una gran atracción, pues comparten una cierta
afición por la literatura, empero es su dentista y nunca sale con sus
pacientes. En medio de todas estas historias, está el complejo asunto que
significa sobrevivir el día a día: conservar un trabajo no del todo
satisfactorio, soportar un dolor de muela extremo, salir a la calle con el
riesgo a ser asaltado, secuestrado o convertirse en un daño colateral y aceptar
que su vida ha cambiado a partir de un accidente automovilístico donde
atropelló a un citadino.
Silva Marquez acierta en tres cosas: la brevedad de la historia; el tono
narrativo, casi poético, pues eso le da la hilaridad necesaria para que la
historia fluya; y la fortaleza que le da a Carlos, al igual que la jerarquización
otorgada a las mujeres de Carlos, donde importa la única que es nombrada con
todo y apellido. Su único error consiste en la forma extraña en que Carlos
logra salir avante del aquél accidente.
Juárez Whiskey le recuerda al lector que cuando la rutina
secuestra la vida, ya nada es capaz de sorprendernos y se corre el riesgo de
acostumbrarse –incluso- a las malas noticias. Sin embargo, la vida global está
supeditada a los infiernos personales y mientras uno no sea capaz de encontrar
el camino, será dependiente a los otros y las circunstancias.
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