14 de octubre de 2013

Uno de Whiskey para llevar-(Sexenio-Puebla 03/09/13)

Hay novelas que sirven para demostrar un derroche de técnica literaria, otras para graduarse como aprendiz de alguna tradición literaria o de un escritor determinado y algunas más ofrecen una historia que atrapa y/o entretiene al lector. Las mejores, sin duda, son las últimas.

César Silva Marquez ha publicado recientemente en Almadía su novela Juárez Whiskey. Una novela que abandona las falsas pretensiones y se dedica a contar  la historia de Carlos, un ingeniero de treinta años.

Carlos vive en medio de una ciudad donde los descabezados, los desaparecidos y la guerra contra el narcotráfico son el pan de cada día. Sin embargo, Silva Marquez abandona la posibilidad de centrar su historia en el narco y sus consecuencias, para recordar al lector que en medio de la violencia siguen existiendo las historias de personas que intentan sobrevivir a sus infiernos particulares.

Los infiernos de Carlos son amorosos y llevan el nombre de: Belinda quien encarna la derrota amorosa y el tormento de ser su “mejor amiga”, Angélica le rememora que la posibilidad que te dejen por otro es real, Blanca es la típica mujer bipolar y contradictoria; mientras que Gabriela Torres es la única mujer con la cual siente una gran atracción, pues comparten una cierta afición por la literatura, empero es su dentista y nunca sale con sus pacientes. En medio de todas estas historias, está el complejo asunto que significa sobrevivir el día a día: conservar un trabajo no del todo satisfactorio, soportar un dolor de muela extremo, salir a la calle con el riesgo a ser asaltado, secuestrado o convertirse en un daño colateral y aceptar que su vida ha cambiado a partir de un accidente automovilístico donde atropelló a un citadino.

Silva Marquez acierta en tres cosas: la brevedad de la historia; el tono narrativo, casi poético, pues eso le da la hilaridad necesaria para que la historia fluya; y la fortaleza que le da a Carlos, al igual que la jerarquización otorgada a las mujeres de Carlos, donde importa la única que es nombrada con todo y apellido. Su único error consiste en la forma extraña en que Carlos logra salir avante del aquél accidente.


Juárez Whiskey le recuerda al lector que cuando la rutina secuestra la vida, ya nada es capaz de sorprendernos y se corre el riesgo de acostumbrarse –incluso- a las malas noticias. Sin embargo, la vida global está supeditada a los infiernos personales y mientras uno no sea capaz de encontrar el camino, será dependiente a los otros y las circunstancias. 

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