Ya estamos casi a la mitad del año del Bicentenario. Para algunos las cosas han transcurrido de forma tranquila, sin cambio o variante importante. Cambios que pueden ir desde la no clasificación a la liguilla del equipo favorito o el logro de algún campeonato, pasando por la obtención de una nueva amistad o la lectura de algún libro que haya sido capaz de atraparlo en el universo creado por determinado autor. También pueden darse cambios desagradables como las pérdidas de amistades o familiares.
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“Cambia lo superficial/ cambia también lo profundo/ cambia el modo de pensar/ cambia todo en este mundo”, decía Mercedes Sosa.
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Si uno hiciera una revisión por la agenda, se percataría del número de personas que ya no pertenecen a nuestro mundo, ya por distancias profesionales, ya por distancias ideológicas, que han provocado la actual lejanía y en muchos de los casos resulta una opción saludable.
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“Cambia el clima con los años/ cambia el pastor su rebaño/ y así como todo cambia/ que yo cambie no es extraño.// Cambia el más fino brillante/ de mano en mano su brillo/ cambia el nido el pajarillo/ cambia el sentir un amante.// Cambia el rumbo el caminante/ aunque esto le cause daño/ y así como todo cambia/ que yo cambie no es extraño.”, cantaba Meche.
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En estos casi seis meses del año, mi año del cuarto de siglo, muchas cosas han cambiado y evolucionado: algunas amistades se han fortalecido, otras han florecido, unas más han concluido; de igual forma, la relación amorosa que sostengo ha ido tomando más cuerpo y se ha encaminado de manera sana y agradable, donde la sinceridad y el respeto a la individualidad son constantes, así como la presencia de un inquebrantable apoyo. Al mismo tiempo que nuevas responsabilidades han ido apareciendo y las satisfacciones no se han ausentado. Después de un año veré graduarse a uno de mis grupos en el Covadonga, con el que trabajé un año.
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“Cambia el sol en su carrera/ cuando la noche subsiste/ cambia la planta y se viste/ de verde en la primavera.// Cambia el pelaje la fiera/ cambia el cabello el anciano/ y así como todo cambia/ que yo cambie no es extraño.”, aseguraba Sosa.
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Empero, no todo es miel sobre hojuelas. La vida también me ha otorgado verdades a través de experiencias no agradables: es triste saber que en la desgracia y en el infortunio personas que sanguíneamente presumen de ser tus familiares, de actuar con principios y el corazón en la mano, teniendo a Dios como eje central de sus decisiones, sean los primeros en contradecirse, en huir despavoridamente cuando se necesita su apoyo. ¡Qué asco me da!
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“Pero no cambia mi amor/ por mas lejos que me encuentre/ ni el recuerdo ni el dolor/ de mi pueblo y de mi gente.”
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Y a pesar de todo ello, agradecido estoy con la vida, pues me ha permitido conocer el calibre moral, ético y humano de muchas personas. Las alegrías y decepciones son parte del contrato que uno firma al aceptar vivir.
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