26 de enero de 2011

"El oficio de ser poeta"-(Columna El Guardián del diván-Diario El Columnista 27/01/11)

No hay mejor medicina para la vida que entregarse de cuerpo y alma al arte y la literatura. Mario Alberto Mejía, escribió hace no mucho en su Facebook: “sólo hay algo mejor que escribir: pintar”; como verdad absoluta suena fuerte y preocupante, como verdad poética es tremendamente bello. No olvidar que Mario Alberto Mejía, antes que ser tremendo columnista de la política poblana, es –sobre todo- gran poeta. Muchas de sus columnas dan testimonio.


Hago referencia a Mario Alberto Mejía y su frase, para hablar de poesía. Más allá de la pintura y cualquier otra expresión literaria, estoy seguro, está la poesía.


Juan Eduardo Cirlot –poeta y simbolista- aseguró que la poesía es una actividad inútil, ya que su coeficiente de utilidad es nulo. No aporta nada nuevo al sujeto que la escribe, pues aunque no esté escrito lo que pase dentro del individuo, éste ya lo sabe. Es el mismo Cirlot quien dice que parte de los materiales poéticos son: sentimientos determinados, emociones vagas, interrogaciones, imágenes, etc. Mismas que se van enlazando con una asociación determinada de palabras: ritmos, aliteraciones, etc.


Podría continuar citando a Cirlot y nunca acabaría, definió a la poesía con tanta exactitud y frialdad que lo hace ver como una ciencia. Corrijo, la poesía es la ciencia de la belleza.


Un poeta es capaz de crear imágenes, casi pinturas a través de las palabras; pero el poeta –en mayúsculas, subrayado y en negritas- logra que esa pintura cobre vida frente a los cuatros sentidos del lector.


Sin duda, Miguel Maldonado es un poeta que está en proceso de convertirse en un gran poeta. Su poesía ha dado muestras de evolución, a pasos agigantados. Maduración y precisión, definen a su actual proceso poético.


Con “La Carne propia”, Maldonado había dejado ver un estilo curioso: recurrir a un poema de otro autor y responderle con otro poema. Un diálogo poético muy atractivo. Si con Cirlot se asiste a una poesía dialogada, con Maldonado, quizá, a un diálogo poético.


Recientemente ha publicado dentro de la Serie Letra Digital –bellamente dirigida por Jaime Mesa-, su más reciente poemario: “Los buenos oficios. Responso a Los demonios y los días de Rubén Bonifaz Nuño”. Editado bajo el amparo del Conaculta y la Secretaría de Cultura de Puebla.

Un poemario lleno de música, de hilaridad y de levedad. Es la voz de la soledad acompañada. Es una invocación a esa compañía, que alguna vez era nosotros y ahora es, a lo mucho, un fuimos o los restos de ello. La constancia de la ausencia del “yo” a través de la ausencia del “otro”, muy a lo Cirlot. La diferencia es que los símbolos poéticos de Maldonado están en la vida diaria, en ese ir y venir de personas, sentimientos, triunfos y fracasos.


Si Gerardo Oviedo afirma que el acto más soberbio es la pintura, le contesto que no hay más soberbia y fina belleza, que hacer de la vida cotidiana un acto poético.


Pocos poetas han logrado profundizar con palabras “comunes”, sin sonar rimbombantes. Desgraciadamente muchos piensan que para ser poeta hay que sonar complicado. No lo creo así y ahí está el mismo Cirlot, quien ha logrado que su obra poética genere dos lecturas: la inmediata: atrapa y lástima; la simbólica: maravilla y mata.

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