Yo nunca voy a un concierto sin compañía. Karla Blancarte, nuevamente
fue la cómplice –quizá la víctima. El pasado 3 de mayo se presentaba en Puebla
Luis Eduardo Aute. A Karla no le gusta la trova, pero acepto ser mi compañera.
Alrededor de las siete de la noche, nos acercábamos al zócalo de Puebla
para atestiguar un lleno casi absoluto y mientras los asistentes esperaban la
llegada de Aute, en el escenario Iván García, la bella y talentosa Michelle
Solano, y Jaime Flores la hacían de teloneros.
En lo que la gente esperaba y Karla tomaba fuerzas para soportar un
concierto de trova; yo andaba tras bambalinas anhelando obtener una foto con el
maestro Aute. Minutos antes del concierto, sale del camerino y cual imagen
poética, ahí estaba: copa de vino tinto en mano y el aire ondeando su canosa
cabellera. La gente del Festival 5 de mayo hacía una valla humana para cuidar su
camino, lejos de todo fan; empero de forma educada, le solicité se tomará una
foto, la cual aceptó con gran sencillez y maestría.
Siendo las ocho de la noche, la gente coreaba y exigía: ¡Aute, Aute,
Aute!, las luces bajaban su densidad y empezaba a proyectarse en una pantalla: El niño y el basilisco, película que
complementa a su más reciente producción: El
niño que miraba el mar. Sin embargo, pocos son los asistentes que saben que
Aute no es un simple cantautor, también es poeta, pintor y cineasta.
Quizá eso explique los silbidos que empezaban a escucharse. Algunos
querían oírlo cantar, no una experiencia artística; pienso.
Al término de la película, aparecen Aute y sus músicos, y los aplausos
también hacen acto de presencia. Aute conmovido saluda a la gente, agradece con
las manos. Los vivas cobraron más fuerza cuando Luis Eduardo aseguraba que
tenía muchas conexiones con Puebla, dos de ellas: Fernando Canales –conductor
de noticias- y el cantautor Carlos Díaz “Caito”, quien fuera el primero en
traer las canciones de Aute a Puebla –quizá el argentino más poblano.
Al terminar la salutación amistosa y oficial, vinieron tres horas de
concierto, tres horas en las que los asistentes –algunos no tan conformes-
pudieron escuchar todas las canciones de su nuevo disco, alternándolas con
viejas conocidas como: Mojándolo todo,
Quiéreme, Prefiero amar, Alevosía, Sin tu latido, Anda, Al alba, La belleza,
Giraluna, No te desnudes todavía.
Entre canción y canción, Aute se aventuró a ofrecer una serie de
sentencias que navegaban entre el chiste y la certeza ideológica: “Yo creo en
Dios, porque creo en el sexo. El sexo puro es Dios. Dios es sexo, pues cuando
se llega al éxtasis se invoca a Dios: Dios, Dios no pares. Y es que nunca se
invoca a Satanás”.
De igual forma, Aute aseguraba a sus escuchas: “otro mundo es posible y
está en nuestras manos”. También alentó a que los jóvenes sigan saliendo a las
calles a exigir que se corrijan las cosas que algunos adultos han hecho mal;
palabras más, palabras menos.
Tres horas llenas de poesía, de protesta y de mucho amor.
Aute fue toda entrega y habrá que agradecerlo.
Karla fue toda paciencia, todo oído y gran compañía; habrá que
premiárselo. Y es que uno nunca va a escuchar algo que no le gusta.
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