"Dejarse ir./ No confiar en nada sino/ en la sensación del movimiento”.
Así se abre el poemario más reciente de Luigi Amara: “A pie”, publicado por la editorial Almadía (2010), dentro de su colección dedicada al género de la poesía: Pleamar.
“A pie” es un poema, atrevido, de largo aliento que invita al lector a caminar por la ciudad, sin objetivo específico. Se trata de caminar y que la simple acción sea propicia de otras más como observar su ritmo, su arquitectura, sus vendedores ambulantes, su descuido, sus obras de arte involuntarias y voluntarias, sus diversas formas de protestar, de alzar la voz para decir: ¡aquí estoy!
Juan Eduardo Cirlot -en sus “Apuntes sobre poesía”-, dice que ésta “es testimonio, es alivio, es creación de belleza” y el poemario de Amara es prueba inexorable de la afirmación cirlotiana: “Hay un placer eminentemente solitario/ en dejarse ir/ doblar la esquina/ en vez de seguir de frente/ retorcer el camino/ hasta hacerlo serpenteante”. Y es el mismo Cirlot quien señala, en dicho texto, que materia [prima] de la poesía son: “sentimientos determinados, emociones vagas; hipótesis planteadas a veces como imágenes, interrogaciones; ideas parafilosóficas, paralógicas; imágenes que definen, imágenes que intensifican, imágenes que modifican”. Y sin duda, Amara, entiende de igual manera a la poesía, pues “A pie” es una invitación a tomar las calles, recuperarlas, exigir el lugar que los automóviles le han arrebatado a todo transeúnte que se atreva a caminar por las calles, haciendo que tales se vuelvan un riesgo constante, ya que se está a la merced de los carros: “El rechinido ominoso/ de las llantas./ El golpe contundente y seco./ Ese instante posterior/ en que las cosas/ contienen el aliento.// Ya la parvada de ojos/ se cierne sobre el infortunio./ Aves de carroña/ del dolor ajeno/ atraídas por el grito irresistible/ de la sangre.// (La orfandad del zapato/ a pocos metros del cuerpo).// Los mirones en círculo.// Cubrirse el rostro un instante/ para después abrir los ojos./ Cuchicheos”.
“A pie” es la afirmación de que la poesía se reinventa y no morirá. Es el claro ejemplo de que la imagen (gráfico) no está peleada con la palabra y pueden convivir amenamente.
Amara usa la belleza para protestar contra aquellos que suelen decir: “En este país se está obligado a tener obligaciones; no se puede ir a cualquier lugar sino a un determinado lugar”.
“No llegar./ Tan sólo detenerse”.
1 comentario:
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