En ciertos momentos de la vida, las palabras parecen acabarse y la cabeza no da para mucho.
Estos días tan aciagos son unos de esos.
Los entornos han cambiado, signo de evolución o involución, sólo el tiempo lo dirá.
Como bien dijo Mercedes Sosa en algunas de sus canciones: “Cambia, todo cambia. Que yo cambie no es extraño”.
Alguna vez, Juan Gerardo Sampedro me dijo que un columnista no debe abandonar a sus lectores, al no ser que las circunstancias sean graves y no lo permitan. No es el caso.
Pero ante la falta de ideas y tiempo para concluir lecturas; comparto con ustedes un poema esplendoroso de Juan Eduardo Cirlot, pertenece a su poemario “44 sonetos de amor”, publicado en 1971 y recientemente reunido en la última antología poética “Del no mundo” del mismo autor, bajo el sello de Siruela:
Ya sólo puedo ser lo que tú quieras:
piedra, fragmento inútil, desconsuelo,
obstinación azul de lo lejano,
aletazo del ave que se aleja.
Ya sólo puedo ser lo que tú me dejes
ser ante tus estatuas invisibles:
roca llena de signos, sufrimiento,
fíbula de cristal, reflejo, brasa.
Cuando murió la luz de las esvásticas
el hierro de mi día se quebró
y mis guantes de fuego se murieron.
Si sigo ante la puerta de tu ser,
princesa, rosa, diosa, lo que fueres
es que espero de ti que me condenes.
***
Espero que les guste esta pequeña ofrenda, como símbolo de amistad. Nos leemos la próxima semana.
1 comentario:
Publicar un comentario