Pobre Patria Mía es la cuarta novela histórica que pública Pedro Ángel Palou. La novela más conmovedora que he leído a lo largo de toda su obra.
Hablar de Porfirio Díaz no es sencillo, pues se trata de un personaje que históricamente ha sido vilipendiado por muchos historiadores. El discurso oficial nos entrega a un Porfirio Díaz dictador, cruento y lo culpa de ser uno de los Presidentes más infames de la Historia Nacional, casi al nivel de Gustavo Díaz Ordaz o Echeverría. La tarea de Palou no era sencilla, tenía que alejarse de un texto que cayera en el panfletismo ya por su positivismo o negativismo excesivo.
Rescatar a un héroe (porque lo es y lo fue) del olvido no era nada sencillo.
En Pobre Patria Mía el lector asiste un texto donde Porfirio Díaz, el hijo de Petrona, cuenta desde el exilio toda su vida. Un repaso importante por los hechos que lo marcaron y lo definieron. Una narración dictada, quizá, desde el más allá al escribiente de estas sus últimas memorias, porque no sólo se presencian sus reflexiones, también se sufren sus historias inundadas de soledad, de esperanza y de muerte.
Pedro Ángel Palou no inventa a un personaje, sirve a Porfi, Don Porfi para completar las memorias que ya no tuvo tiempo de escribir, gracias a Palou conocemos las conversaciones que tuvo con Madero o Juárez antes de morir, ya que lo visitaban para saber si se había arrepentido de todo lo realizadó.
Pobre Patria Mía es la novela que hace justicia a un personaje que muere en exilio y permanece en el olvido. A muchos –tal cual lo reclama Don Porfirio-, se les olvido que gracias a él Juárez entró triunfante a México, que el ganó la Batalla de Puebla, el Sitio de Puebla y que trajó el progreso y el orden a un país que estaba abandonado y se había forjadó en medio de las guerras. Tan sólo quiso mantener la paz y evitar una intervención ya francesa, ya inglesa y que se reconociera a México como un país sólido.
Porfirio Díaz es un ser que tuvo muchos errores en su gobierno, pero también gozo de otro buen número de aciertos; que ahora han sido olvidados, porque es más fácil juzgar y recordar lo malo que lo bueno.
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