De unos días para acá me duele México y su situación.
Me parece plausible que un humorista disfrazado de payaso sea una de las pocas personas que habla con verdad y me da esperanzas que un poeta sea capaz de convocar tanta gente alrededor de una causa. Algo pasajero que pronto morirá, pues es risible que dichos personajes sean íconos sociales en un país caracterizado por su falta de lectura y comprensión de la misma. Parecen héroes de historieta: un payaso que dice la verdad y un poeta que ante tanta muerte e injusticia otorga esperanza, amor.
Bien lo decía Porfirio Díaz, somos un país que necesita tener héroes. Tristemente éstos deben coexistir con la maldad, la violencia, el robo y la muerte.
Qué triste es eso.
En un país ideal no deberían haber héroes o próceres; si no ejemplos a seguir.
México es un país alrevesado; los intelectuales tienen que conseguir becas o premios para sobrevivir y los ignorantes ostentan puestos con altas ganancias y grandísimas responsabilidades; un país donde los maestros y policías ganan poco; un país donde el heroísmo consiste en sobrevivir con el sueldo mínimo y en no ser atraído y/o seducido por la idea de convertirte en un delincuente.
Qué pena.
Sin embargo, querido lector, aún soy de esos que gustan de practicar el arte de soñar.
Soñar con un país mejor, soñar con una juventud lectora, una humanidad que siente hondo las injusticias cometidas en cualquier parte del mundo. Un país unido, no hundido.
Hace meses que no descanso a gusto, que deje de ver noticias, que intento encerrarme en dos mundos: el literario y el amoroso. Y en este camino me reconcilié con lo espiritual. Un poeta me había enseñado el camino y una Dulce mujer -cual Virgilio-, me ha estado ayudando a caminar por este sendero llamado vida. En este camino he entendido que la falta de insensibilidad ante las injusticias, tiene que ver con la falta de espiritualidad y de amor.
Se necesita un golpe fuerte de timón y de raíz.
Un verdadero cambio en el actuar y pensar de la ciudadanía.
Ese cambio llegará cuando entendamos –los mexicanos- que las posturas liberales o conservadoras nos han lastimado. A nadie le ayudan los extremos.
El mejor camino es encontrar el punto medio, ese punto donde se aprenda a separar lo espiritual de lo político. Dicho de otra forma, saber mezclar y entender que: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, sin olvidar que: Entre los Individuos como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
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