13 de junio de 2011

Disecado o cómo Bellatin y Glantz se convirtieron en personajes de Mario Bellatin (Sexenio-Puebla 07/06/11)

Me ha pasado algo extraño que considero interesante compartir con mis queridos lectores. Todos los días y en un número considerado de horas visitó a un reo que duerme, piensa, siente y escribe desde la celda 26 de una vieja cárcel de la ciudad de Puebla. No voy a entrar en detalles en cuanto al espacio físico y su contenido, no interesan y no afectan ni complementan en nada a este relato. De todos los reos, éste es el único que no ha sido vestido con el uniforme propio de un encarcelado, gracias a un permiso que su abogado le ha logrado sacar, pues como va a estar poco tiempo no tiene sentido que le den el uniforme. Para matar sus días y hacerlos menos cansados, acostumbra leer los libros que suelo proporcionarle. Estos días no me pidió material de lectura, pues tenía uno que le facilitó otro de sus visitantes: el poeta Alfredo Godínez; la obra que le prestó fue escrita recientemente por Mario Bellatin y se llama Disecado, se la publicó Sexto Piso, una editorial que según el reo tiene una propuesta editorial única e interesante. Más por morbo que por interés le pedí que me contará de que trata el libro, ya que he oído entre otros amigos que éste novelista suele experimentar mucho con cada obra que concibe. Disecado –dice el reo- es un libro novedoso en donde el escritor Mario Bellatin crea dos textos que resaltan su capacidad narrativa para plasmar el desdoblamiento de más de un personaje, donde a pesar de pertenecer al mismo ser, son distintos. Una especie de metamorfosis. La técnica que utiliza para construir y contar los relatos es muy similar al monólogo interior, sólo que exteriorizado; sin duda –me comenta el reo- es otro riesgo literario y estético que Mario Bellatin corrió al concebir este libro. Luego me dijo que otra peculiaridad de este libro o de estos experimentos estéticos, es que el personaje es el propio escritor Mario Bellatin. Mismo ejercicio que repite con otro texto que complementa a Disecado: El pasante de notario Murasaki Shikibu; aquí la protagonista que sufre más de una metamorfosis es Margo Glantz. Ambos textos, me dice el reo, lo han dejado con un sinfín de sensaciones encontradas: vacío, soledad, hartazgo de su cotidianeidad. Siguiendo con sus comentarios, asegura que es un libro peligroso y maligno: atrapa, pero es imposible no salir afectado o lastimado. Yo no sé mucho de literatura y sus técnicas, por eso conmigo no quiso profundizar, prefiere esperar la visita de su amigo el poeta Alfredo Godínez, empero me dejo ver que aquí se ven muy claras las seis peticiones o propuestas estéticas que Ítalo Calvino deseaba para las novelas concebidas en el siglo de las tecnologías: levedad, rapidez, multiplicidad, exactitud etc. Una vez terminada mi plática con el reo, tomé su libro prestado para leerlo antes de hacerle otra visita; y sólo ha servido para darme cuenta de que el reo, al decir: quien lo lea no saldrá bien librado; lo decía con plena seguridad. Pues al terminar esta pequeña recomendación, me doy cuenta al ver mi reflejo en la computadora desde la que escribo, que justo detrás de mí está parado el reo, mirando por la ventana de la celda 26 esperando su pronta liberación; luego caminando de aquí para allá anda el poeta Alfredo Godínez quien se encuentra concentrado en la concepción de un poemario donde precisamente un reo y un poeta son los habitantes de dicho texto, al mismo tiempo que se encuentra preocupado por la incertidumbre amorosa de una dama; y resulta que yo -el que esto escribe-, no soy más que el amanuense de estos personajes. Supongo que como sugiere el autor, a cualquiera le ha pasado esto. Si no, quizá necesite empezar a medicarme. Por cierto, eso es tan sólo un pequeño homenaje a Mario Bellatin.

6 de junio de 2011

Defendiendo la Decencia narrativa de Enrigue (Sexenio-Puebla 31/05/11)

Mucho se ha dicho alrededor de la más reciente novela de Álvaro Enrigue: Decencia (Anagrama, 2011). Que si no es mejor que Hipotermia, que si está por debajo de Vidas perpendiculares, en fin. El problema no es del escritor, es del lector.

Al parecer, los lectores estamos retrocediendo años luz al esperar que un escritor conciba sus novelas respetando el estilo ya conocido, en sus otras obras, etc. ¿Y la experimentación, dónde queda? ¿Vamos a leer novelas o queremos leer continuaciones de estilos?

En alguna vieja entrevista que le hacen a William Faulkner, le preguntaban ¿si utilizaba una técnica para cumplir su norma?, a lo que él respondió: “Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún tajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto. Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente sólo aprende a través del error (…)”.

Decencia deberá juzgarse por sí misma, por la forma en qué está contando y en cómo lo está haciendo. A Enrigue habrá que agradecerle sus ganas de reinventarse, de transgredirse a sí mismo, ¿cuántos escritores se han dado el lujo de hacerlo?, pocos en México, la mayoría ha preferido usar el camino ya conocido y sobre ese contarnos diversas historias.

A mí en lo personal, me gustan los escritores que apuestan por usar distintas fórmulas. Enrigue es uno de ellos. Decencia sigue teniendo mucho de lo que es Enrigue: claridad narrativa, transparencia en sus personajes y lo que quiere reflejar en cada uno de ellos, su humor que le caracteriza; así como la capacidad para mezclar a la perfección las historias, hacer que parezcan independientes y sólo aquél lector inteligente podrá encontrar desde un inicio la unión de ambas, si no tendrá que esperarse hasta el final.

Decencia es, tal vez, una forma de responder a las incógnitas que a todo mexicano nos surgen ante la situación actual de México. Un repaso por el segundo centenario mexicano, visto a través de los ojos de un personaje: Longinos; con él se recorra al México revolucionario y luego a esta modernidad donde la corrupción, los secuestros y la violencia son el pan de cada día.

Y a lo largo de la novela, se irá respondiendo las preguntas que Enrigue -como dijo en una entrevista a El Universal-, se plantó al escribir esta novela: ¿cómo carajos llegamos aquí?, ¿cómo llegó a pasar esto en el país más importante de América Latina, que era la joya de la corona?

Y vaya que su respuesta es cruda y dolorosa. Una novela que debe leerse, si no por interés narrativo y novelístico, pues mínimo por morbo. Total en México el morbo y el amarillismo es lo que más lectores atrae ¿qué no?