15 de julio de 2009

"Nunca es tarde para aprender"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 15/07/09)

A Rodrigo, Stephi, Pablo, Diego, Toxqui, Octa, Ebe y Abraham; por los meses compartidos.
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La experiencia de dar clases es algo que no tiene precio, citando a conocido anuncio de tarjetas de crédito. Anteriormente, gracias a las prácticas docentes que uno debe hacer en la carrera de Lingüística y Literatura, tuve la oportunidad de experimentar y aprender de lo qué es el arte de enseñar tanto en la preparatoria Zapata (BUAP) como en la preparatoria perteneciente a la Escuela de Ciencias de la Comunicación y Humanidades (ECCH). Es una actividad que impone, pues conlleva responsabilidad, pero divierte, ya que el contacto con las nuevas generaciones rejuvenece la sangre y te mantiene en diálogo constante con el mundo y su realidad. Cada generación vive su propia realidad y actúa frente a ella conforme las circunstancias y sus capacidades se lo permiten.
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A inicios de este año empecé a trabajar como profesor en el Colegio Covadonga, impartiendo Literatura y Razonamiento verbal al tercero de preparatoria. El reto era importante, trabajar de lleno dando clases y llegar a un grupo ya acoplado donde el profesor en turno es puesto en prueba por el alumnado: sí se acopla a nosotros se queda, si no, se va. Una extraña lucha de poderes y costumbres, un constante intercambio.
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Cada uno de los alumnos que tuve, aparte de generarme enojos, corajes, desganos; también fueron capaces de enseñarme, con cada una de sus anécdotas, el mundo, su mundo. Siempre muy distinto al personal. Al principio el regaño, las comparaciones eran opción para buscar un cambio en su persona; pero algo que entendí y que a veces a los padres les cuesta trabajo comprender, es que las perspectivas y necesidades siempre serán otras y casi siempre dependen de las experiencias que uno vaya teniendo a lo largo de la vida. Uno traza el camino deseado, el soñado; pero las peripecias de la vida nos llevarán para otro lado. Entonces el diálogo era la mejor vía para irlos conociendo. El intercambio de experiencias o el qué haría si estuviera en su lugar, era mejor consejo; pero siempre invitándolos a decidir por ellos mismos. Quizá es la mejor enseñanza que uno pude recibir: la capacidad de decidir. Cada alumno reflejaba una condición del humano: el ingobernable, el valemadrista, el que madura conforme la vida te exige, el que encuentra una actitud nivelada, el líder que siempre quiere mandar, pero rara vez obedecer; el conciliador, el que decide mal, pero afronta las consecuencias y aquél que sólo opta por vivir y cansarse lo menos posible. Si uno juntará la característica de cada individuo, podría sacarse un ser modelo; pero no. En el mundo real, no hay modelos ni perfecciones. Hay talentos, capacidades que deben ser explotadas al máximo para así poder destacar y llegar a ser algo en la vida.
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También fue un punto de encuentro con colegas, con voces que andan por el mundo, sobreviviendo y queriendo aportar su granito de arena al mundo, intentando dejar en el alumno una pequeña enseñanza que los ayude a ser mejor. Una oportunidad para hacer nuevas amistades y ampliar las perspectivas.
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Esto es la vida y hay que agradecer por tenerla. Tal vez todos deberían preocuparse por enseñar y no por imponer el conocimiento. Quizá eso mejoraría las relaciones familiares y por qué no, mundiales.

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