28 de julio de 2009

"Y volver, volver..."-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla-29/07/09)

Luis Sepúlveda, escritor de origen chileno, ha entregado a los lectores su más reciente novela “La sombra de lo que fuimos” con la que obtuvo el Premio Primavera de Novela 2009 y es publicada bajo el sello Espasa.
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“La sombra de lo que fuimos” empieza narrando la reunión de tres viejos revolucionarios que se da treinta y cinco años de su última tertulia. El que convoca: Pedro Nolasco; el punto de reunión: un almacén de Santiago de Chile. Pero camino al lugar de encuentro Nolasco se topa con un tocadiscos que ha sido lanzado desde alguna ventana, impidiendo así su presencia en la cita. Sin embargo, los amigos que se re-encuentran no son los mismos de antes, a pesar de ello y en ausencia de su ahora difunto amigo, deciden apropiarse uno de sus preceptos: ¿Qué, nos la jugamos?, el cual será su punto de lanza para vivir una que otra peripecia.
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Una novela que goza de un ritmo agradable y una perfecta construcción narrativa, lo que habla de la calidad del autor y la dedicación que tuvo a la hora de escribir dicha obra. Algo que todo lector agradecerá.
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“La sombra de lo fuimos” se inscribe en lo que algunos osan llamar: educación sentimental –que debe su nombre a “La educación sentimental”, novela de Flaubert-, o lo que Lukács llamó “novela psicológica de la desilusión”. Aquí algunos de los preceptos de Lukács que me parecen dignos de destacar, pues se hayan dentro de la novela de Sepúlveda: 1) su visión se fija en la Historia, como una nostalgia del pasado. Lo que indica que además, hay un reconocimiento de la función del tiempo en la novela; 2) la novela es la biografía de la nostalgia, es la expresión de la ambivalencia del hombre como sujeto, escindido entre el mal y los valores, entre la historia y la utopía; entre otros y así es como el lector debe entenderla, creo, al enfrentarse con esta novela.
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Sin los puntos, arriba señalados, no podía explicarse su excesiva carga de regionalismos.
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“La sombra de lo que fuimos” es una novela de fácil lectura y dejará al lector con un buen sabor de boca si se toma en cuenta la inscripción literaria ya comentada, de otra forma, podría parecer una novela plagada de sentimentalismo, cuyo único propósito es seguir escribiendo sobre las afectaciones generadas por la dictadura de Pinochet a una generación que para conservar la vida tuvo que huir despavoridamente de su tierra natal, perdiendo una vida y entregándose a otra plagada de recuerdos y de muchas ganas por volver a lo que un día fue.

21 de julio de 2009

"El dinero del diablo"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla-22/07/09)

Alrededor de abril, en este mismo diario, una serie de amigos reunimos nuestros artículos en un suplemento -“Virtud y fortuna”- para rendirle homenaje al escritor poblano más reconocido en los últimos años y que para fortuna de nosotros, resulta ser también nuestro amigo: Pedro Ángel Palou. Las flores ahí vertidas ni fueron en vano ni estuvieron de más, fueron sinceras, precisas. El texto con el que participé (“Pedro Ángel Palou: consistencia literaria”), se concentra en algo que encuentro a lo largo de su obra novelística: la consistencia en la voz narrativa-poética.
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A lo largo de la producción de Pedro Ángel uno se puede encontrar con temas variados que van desde lo histórico hasta lo fantástico, teniendo así una falta de linealidad aparente, como alguna vez reclamó el colérico Lemus. La linealidad para algunos la encontró hasta su trilogía de los fracasos históricos: “Zapata”, “Morelos” y “Cuauhtémoc. Sin embargo, en Pedro existe una linealidad que va más allá de lo temático y viene a romper el orden canónico: consistencia en la voz narrativa, esa es su linealidad.
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La novela que me convoca, “El dinero del diablo”, editada por Planeta, (finalista III Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica) es la combinación perfecta de fantasía e Historia, temas que a Palou fascinan y que están hilvanados por voz poética que nos contó la vida de Zapata o nos habló de Magnolia.
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Esta novela está divida en dos momentos: el histórico y, digámoslo de una forma extraña, el ficcional-fantástico-real. Momentos que se intercalan para contar cómo una serie de asesinatos acontecidos en las recámaras del Vaticano desencadenan una investigación efectuada por el detective Gonzaga, quien podría encontrar la respuesta que necesita para resolver el acertijo en los días de 1929, cuando el poder de la Santa Sede crece al amparo de Mussolini y Hitler, al mismo tiempo que de forma extraña Pío XI es sucedido por Pío XII.
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La conjugación de Historia y ficción-fantasía-realidad no es el único acierto de esta novela, está también la perfecta construcción de los personajes como Gonzaga, el detective que además de ser un jesuita rebelde y adinerado, es mal visto por la Iglesia; sin embargo es el más indicado para llevar la investigación, pues goza de una fabulosa distancia. Otro acierto es el manejo de tiempos en cada uno de los momentos; el momento histórico se asemeja a la narración efectuada por algún historiador: siempre hablando en pasado, pero la clase o la conversación con dicho historiador bien pudo haber sucedido ayer u hoy. Por último, el ficcional-fantástico-real: algo que está pasando o tiene poco de haberse realizado, da la sensación de estar ahí, al lado de Gonzaga.
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Una novela, querido amigo, que al leerla lo divertirá al mismo tiempo que podrá tener una postura crítica ante la canonización de Pío XII.

15 de julio de 2009

"Nunca es tarde para aprender"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 15/07/09)

A Rodrigo, Stephi, Pablo, Diego, Toxqui, Octa, Ebe y Abraham; por los meses compartidos.
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La experiencia de dar clases es algo que no tiene precio, citando a conocido anuncio de tarjetas de crédito. Anteriormente, gracias a las prácticas docentes que uno debe hacer en la carrera de Lingüística y Literatura, tuve la oportunidad de experimentar y aprender de lo qué es el arte de enseñar tanto en la preparatoria Zapata (BUAP) como en la preparatoria perteneciente a la Escuela de Ciencias de la Comunicación y Humanidades (ECCH). Es una actividad que impone, pues conlleva responsabilidad, pero divierte, ya que el contacto con las nuevas generaciones rejuvenece la sangre y te mantiene en diálogo constante con el mundo y su realidad. Cada generación vive su propia realidad y actúa frente a ella conforme las circunstancias y sus capacidades se lo permiten.
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A inicios de este año empecé a trabajar como profesor en el Colegio Covadonga, impartiendo Literatura y Razonamiento verbal al tercero de preparatoria. El reto era importante, trabajar de lleno dando clases y llegar a un grupo ya acoplado donde el profesor en turno es puesto en prueba por el alumnado: sí se acopla a nosotros se queda, si no, se va. Una extraña lucha de poderes y costumbres, un constante intercambio.
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Cada uno de los alumnos que tuve, aparte de generarme enojos, corajes, desganos; también fueron capaces de enseñarme, con cada una de sus anécdotas, el mundo, su mundo. Siempre muy distinto al personal. Al principio el regaño, las comparaciones eran opción para buscar un cambio en su persona; pero algo que entendí y que a veces a los padres les cuesta trabajo comprender, es que las perspectivas y necesidades siempre serán otras y casi siempre dependen de las experiencias que uno vaya teniendo a lo largo de la vida. Uno traza el camino deseado, el soñado; pero las peripecias de la vida nos llevarán para otro lado. Entonces el diálogo era la mejor vía para irlos conociendo. El intercambio de experiencias o el qué haría si estuviera en su lugar, era mejor consejo; pero siempre invitándolos a decidir por ellos mismos. Quizá es la mejor enseñanza que uno pude recibir: la capacidad de decidir. Cada alumno reflejaba una condición del humano: el ingobernable, el valemadrista, el que madura conforme la vida te exige, el que encuentra una actitud nivelada, el líder que siempre quiere mandar, pero rara vez obedecer; el conciliador, el que decide mal, pero afronta las consecuencias y aquél que sólo opta por vivir y cansarse lo menos posible. Si uno juntará la característica de cada individuo, podría sacarse un ser modelo; pero no. En el mundo real, no hay modelos ni perfecciones. Hay talentos, capacidades que deben ser explotadas al máximo para así poder destacar y llegar a ser algo en la vida.
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También fue un punto de encuentro con colegas, con voces que andan por el mundo, sobreviviendo y queriendo aportar su granito de arena al mundo, intentando dejar en el alumno una pequeña enseñanza que los ayude a ser mejor. Una oportunidad para hacer nuevas amistades y ampliar las perspectivas.
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Esto es la vida y hay que agradecer por tenerla. Tal vez todos deberían preocuparse por enseñar y no por imponer el conocimiento. Quizá eso mejoraría las relaciones familiares y por qué no, mundiales.

8 de julio de 2009

"Un monumento a Krauze"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 08/07/09)

A Carmen, porque las calles Puebla también te extrañan.
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En el año 2007 las grandes editoriales: Fondo de Cultura Económica y Tusquets se reunieron para organizar un homenaje al historiador, promotor cultural y crítico: Enrique Krauze, con motivo de sus sesenta años de vida. A ese homenaje asistieron sus amigos y colegas del camino: Sabina Berman, Roger Bartra, José de la Colina, Gabriel Zaid, Christopher Domínguez Michael, José Woldenberg, Hugo Hiriart, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Granados Chapa, entre otros más.
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Lo expresado en ese homenaje, ahora, ha sido publicado por las mismas editoriales que se encargaron de organizar el evento y los textos fueron recopilados por Fernando García Ramírez en una antología que atinadamente se llama: “El temple liberal. Acercamiento a la obra de Enrique Krauze”.
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Para los que no pudimos asistir al homenaje, esta publicación debe agradecerse, pues más que una reunión de textos que se erigen como un monumento de bronce o de piedra -de esos que se levantan en todo México para recordar a aquellos héroes que han forjado patria, por cierto, liberales todos en su mayoría-, es un estudio crítico a la aportación de Krauze en el México actual. Los textos hacen una interesante revisión por las facetas más importantes de Krauze: historiador, empresario cultural, crítico, observador político y, por si faltará más, la parte humana ya como amigo, ya como padre. Hay textos que, quizá, puedan estar cargados de excesivas flores, otros más se comportan neutramente y se enfocan a analizar un libro en particular o una fase krauziana. Pero ningún texto está fuera de lugar.
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La figura de Krauze está envuelta en mucha polémica, debido a su acaparamiento en la opinión pública nacional y a ese emporio cultural que nació gracias al foro que le brinda Televisa, pero sin Clío muchos mexicanos no tendrían una mínima idea de la Historia de su país y muchos escritores no hubieran tenido tanta voz y difusión si no es de la mano de “Letras Libres” (herencia de la “Plural” y “Vuelta” de Octavio Paz).
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“El temple liberal” es un libro que ofrece al lector una serie de ideas sólidas para considerar, desde ya, a Krauze como una de las personalidades más representativas de la cultura en la historia nacional.
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La publicación de libros que celebren la vida y obra de algún autor en particular es una tradición literaria que vale la pena continuar porque es una forma de fomentar el debate, hoy tan descuidado y en algunos casos estropeado.
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No hay mejor forma de homenajear a un personaje del tamaño de Krauze que esta.