14 de julio de 2010

"Carolina y el DF (o cómo se dio el reencuentro con Pitol)- Parte II"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista”-14/07/10)

A Carolina, porque tus ojos son mi libertad.
A Sergio Pitol, por el honor de considerarme tu amigo.
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Terminado el recorrido por los cuartos, los retratos, las pinturas y los patios que conforman la Casa Azul y una vez adquiridos los recuerdos deseados, era momento para que nuestros pasos abandonaran aquella casa. Ahora había que dejar Coyoacán y acudir a nuestra próxima cita: la librería Rosario Castellanos del FCE, en La Condesa, donde se presentaría “Una biografía Soterrada” de Sergio Pitol (Almadía, 2010). Odisea que una vez más nos invitaba a sumergirnos en las entrañas de esta gran ciudad para movernos en Metro, profundidades de las que nadie quiere formar parte: de Coyoacán a Centro Médico y de este a Patriotismo, pasar en total 7 estaciones. Terminales que al ojo de cualquier transeúnte foráneo ofrecen una diversidad de estampas: desde el que va con cara de pocos amigos, pasando por las parejas que están a punto de usar dicho transporte como un motel móvil.
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Llegado al punto deseado, era cuestión de caminar unas cuantas cuadras y así llegar al segundo motivo de este viaje: el reencuentro con Sergio Pitol, que presentaría su más reciente libro, lo acompañarían Álvaro Enrigue y Juan Villoro. Camino a la librería, vendría la otra sorpresa: Ignacio Padilla sentado en un restaurante cercano a la librería. Nos dimos el abrazo adecuado, también iría a lo de Pitol. Sin nada en el estómago, Carolina y yo decidimos que lo mejor era quedarnos en la librería, faltaba media hora para que el evento iniciara. Estando a las afueras de la librería, nos percatamos que Pitol también iba llegando, hermosa coincidencia, esperamos ahí para poder saludarlo, después de hacerlo entramos a la Rosario Castellanos para descansar y calmar un poco el hambre en la cafetería y ahí estaba sentado Daniel Sada, otro viejo conocido.
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Satisfecha el hambre de Carolina y faltando unos cinco minutos para el inicio del evento, fuimos al lugar destinado para la presentación del libro de Sergio Pitol, casi a la entrada otro viejo amigo aparecía: Jorge Volpi, quien venía acompañado de otra amiga: Paola Tinoco. Entramos al lugar y estaba al tope, por suerte nos percatamos de que existían dos lugares al frente y tomamos plaza. Mejor lugar nunca. El evento empezó a la hora anunciada, Enrigue y Volpi acompañarían a Pitol, Villoro se había quedado atorado en alguna parte de la ciudad, razón por la cual mandó a un representante a leer su texto. Hecha la presentación protocolaria, habló en primer lugar Sergio Pitol para decirnos: “Fui amigo de Carlos Monsiváis más de cincuenta y cinco años. Le dediqué el primer cuento que escribí: “Victorio Ferri cuenta un cuento”. Durante cinco o seis años, Monsi, Pacheco y yo fuimos grandes amigos. Hablamos sin tregua de literatura, vimos cientos de películas en un cine club, también al teatro, exposiciones, conciertos y a marchas en la calle. La última parte de éste libro…hay una conversación entre Carlos y yo, que muestra la complicidad y donde se advierte que fui un discípulo en los campos de las letras, la moral y la política. Este es mi último libro y el final de mi obra”. Palabras que conmovieron a todos los que estábamos ahí presentes: uno de los mejores escritores estaba anunciado su retiro. Todos aplaudimos de pie, casi por cinco minutos, quizá más… Sergio se puso de pie para aplaudirnos y desde su distancia, nunca tan cercana, brindarnos un abrazo que venía acompañado de una mirada triste, conmovida y apunto del llanto. Y sí, quizá en el fondo, todos los que fuimos a dicho evento sabíamos que ese era el verdadero motivo de querer estar ahí. Porque ahí estaban Mario Bellatin, Margo Glantz, Anamari Gomís, José de la Colina, Javier Aranda Luna, Ignacio Padilla, Eloy Urroz, Daniel Sada y otros allegados a Sergio Pitol. Todos amigos, pero sobre todo lectores de Sergio Pitol. Luego vinieron los discursos de Enrigue, Volpi y Villoro, todos ellos conmemorativos, precisos y antologadores. Textos que en su contenido agradecían su obra, su amistad y su existencia; palabras que le pedían no cumplir sus palabras, porque nunca se está preparado para las despedidas. Pero Sergio, como un padre literario, como un amigo de sus lectores, ha optado por prepararnos, dejando en nuestras manos un bello libro.
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Al término de la presentación, vino el coktail y la firma de libros, donde Pitol con suma paciencia y cariño atendió a cada uno de sus lectores.
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Y la pregunta es: ¿Qué espera la BUAP para otorgarle el Honoris Causa a Sergio Pitol?, porque aunque a Pitol no le hace falta, a la BUAP sí y a Puebla también, pues a pesar de que él se dice más habitante de Xalapa que de Puebla, el nació aquí y seguimos en deuda con él.

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