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Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones) (Almadía, 2010) de Sergio Pitol es una clara muestra de lo que hablo. Fiel a su obra literaria y a su modo de escribir, este libro es inclasificable dentro un género, ya que conviven de manera magistral el diario, el ensayo, la memoria y –por primera vez- la conversación. Textos que en su conjunto son un breve, pero amplio recorrido por el perfeccionamiento de la obra de Sergio Pitol. Escritos que hablan de los viajes, los recuerdos, las lecturas y las traducciones que marcaron su vida, siempre literaria.
Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones) (Almadía, 2010) de Sergio Pitol es una clara muestra de lo que hablo. Fiel a su obra literaria y a su modo de escribir, este libro es inclasificable dentro un género, ya que conviven de manera magistral el diario, el ensayo, la memoria y –por primera vez- la conversación. Textos que en su conjunto son un breve, pero amplio recorrido por el perfeccionamiento de la obra de Sergio Pitol. Escritos que hablan de los viajes, los recuerdos, las lecturas y las traducciones que marcaron su vida, siempre literaria.
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Leer a Pitol es, siempre, una experiencia reconfortante. Leer Una autobiografía soterrada es, prácticamente, imprescindible; pues aquí Pitol decide compartir con el lector amplias reflexiones respecto a su obra, haciéndolo de forma concisa y con la precisión de un bisturí. Como casi ningún escritor, Sergio se quita el traje de escritor y opta por el de un cirujano para hacer un estudio adecuado de su obra, pues el Pitol de este libro, no es el mismo que escribió Victorio Ferri cuenta un cuento, hay más lecturas, amistades, viajes y experiencias. Y leer este libro es revivir, sentir y sufrir al lado de Sergio Pitol; ya que caminamos a la par con él por las calles de La Habana y los pasillos de La Pradera, donde asiste a tratamiento para mejorar los problemas que está teniendo con el lenguaje; y también conocemos a fondo el origen de la mayoría de su obra literaria. Sin duda, la parte más emblemática de este libro es la conversación que sostuvo con Carlos Monsiváis, la cual nos llena de más luz acerca de cómo eran los momentos que estos dos escritores solían compartir.
Leer a Pitol es, siempre, una experiencia reconfortante. Leer Una autobiografía soterrada es, prácticamente, imprescindible; pues aquí Pitol decide compartir con el lector amplias reflexiones respecto a su obra, haciéndolo de forma concisa y con la precisión de un bisturí. Como casi ningún escritor, Sergio se quita el traje de escritor y opta por el de un cirujano para hacer un estudio adecuado de su obra, pues el Pitol de este libro, no es el mismo que escribió Victorio Ferri cuenta un cuento, hay más lecturas, amistades, viajes y experiencias. Y leer este libro es revivir, sentir y sufrir al lado de Sergio Pitol; ya que caminamos a la par con él por las calles de La Habana y los pasillos de La Pradera, donde asiste a tratamiento para mejorar los problemas que está teniendo con el lenguaje; y también conocemos a fondo el origen de la mayoría de su obra literaria. Sin duda, la parte más emblemática de este libro es la conversación que sostuvo con Carlos Monsiváis, la cual nos llena de más luz acerca de cómo eran los momentos que estos dos escritores solían compartir.
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Mejor título no pudo encontrar para este libro, debido a que es un texto donde personaje y obra van a la par, ninguno por encima del otro, aunque debe decirse que Pitol prefiere hablar más de sus procesos literarios, que de él. Clara muestra de la sencillez que irradia nuestro Premio Cervantes y de la grandeza que lo conforma, pues ha preferido darle prioridad a su reflexión, su crítica y su pensamiento; por encima del personaje de “escritor”.
Mejor título no pudo encontrar para este libro, debido a que es un texto donde personaje y obra van a la par, ninguno por encima del otro, aunque debe decirse que Pitol prefiere hablar más de sus procesos literarios, que de él. Clara muestra de la sencillez que irradia nuestro Premio Cervantes y de la grandeza que lo conforma, pues ha preferido darle prioridad a su reflexión, su crítica y su pensamiento; por encima del personaje de “escritor”.