11 de agosto de 2010

"Carolina y el DF (el andar por la historia mexicana)- Parte IV "(Columna El Guardián del diván-Diario El Columnista 11/08/10)

A Carolina, porque tu sabia voz evita que me pierda.
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Visitar la ciudad más transparente y no darse una vuelta por los museos que ésta aloja, se convierte en un verdadero crimen y más en estas fechas bautizadas con el nobiliario título de “Bicentenario”. Dos eran los destinos: El Castillo de Chapultepec y el panteón cívico de Dolores, donde se encuentra la Rotonda de las personas ilustres de nuestra historia nacional.
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El Castillo de Chapultepec es impresionante, los momentos históricos que ahí se guardan son importantes. Hace años que lo visité., tantos que no recordaba casi nada del Castillo. Este bello recinto es un recorrido muy breve por algunas partes importantes de la memoria histórica, desde 1521 hasta el año 2000 aproximadamente. Nueve son las salas que lo conforman; seis de estas unidades temáticas que se muestran corresponden al repaso histórico y las restantes nos muestran los usos, las costumbres y las ambiciones de los antiguos habitantes de México. Aquí, Carolina y yo pudimos gozar las colecciones que integran dicho museo, sobre todo con todo aquello que era alusivo a Don Porfirio Díaz: el héroe que la Historia Nacional no se ha atrevido a reivindicar. Cada pieza referente a este personaje, hacía que la admiración y el cariño hacia tal prócer creciera más. Todo buen observador y lector de la Historia mexicana, sabrá que la ideología liberal que ayudo a forjar a este México, tiene su mayor cimiente en el pensamiento masónico. Por ello no fue extraño encontrar diversa simbología tradicional como los gorros frigios o el famoso ojo que todo lo ve; pero algo que nos llamó fuertemente la atención, fue encontrar una imagen de la Virgen de Guadalupe la cual descansaba en una base tridente y en cada punta había una representación de bala de cañón, sosteniendo a la imagen en sí estaban tres figuras de cañones apuntalando como si fueran columnas, por último, en la cima del marco que abrazaba a dicha imagen un águila ,similar a la juarista, mirando a oriente; lo que a luces pareciera un sincretismo extraño entre las creencias católicas y las simbología masónica. En fin, lo que pudimos observar en el Castillo nos agradó mucho. Algunas piezas faltaban en sus vitrinas y otras carecían un letrero que explicará de qué se trataban. Algo que sin duda habrá que atender.
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Conocer la Rotonda de los personajes ilustres era uno de nuestros objetivos en este viaje al DF, el cual acabo siendo nuestro mayor desencanto. A pesar de estar ubicada en el cementerio más importante del Df y de contar en el acceso a la misma con anuncios alusivos a los festejos del Bicentenario; está completamente descuidada; existen tumbas que ya no se puede leer quién descansa ahí, otras están a punto de caerse y por si fuera poco el espacio destinado para la lámpara votiva (“representa un voto, (…) una ofrenda a la memoria de los personajes que ahí yacen, y la promesa de no olvidar su legado. En honor a ese voto, la llama siempre encendida de la lámpara simboliza la permanencia imperecedera de la obra y vida de cada uno de los personajes”, http://rotonda.segob.gob.mx/2_historia.html), estaba apagada y la inscripción que rodea a dicha flama es ilegible pues muchas de sus letras ya no existen.
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En lugar de gastar esas millonadas en los festejos, deberían invertirlo en el mantenimiento y cuidado de los museos; y en la formación de públicos capaces de aprovechar con los que cuenta cada ciudad. La mejor manera de celebrar el Bicentenario es rescatando, cuidando y transmitiendo los acontecimientos que forjaron a México. No veo de otra, lo demás es vanidad.

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