22 de mayo de 2008

La confesión más transparente ("El Columnista"-Puebla 21/05/08)

A un lado del monitor de la computadora en la cual me siento cada noche a navegar por el mundo, usando un teclado y un mouse como guías turísticos, tengo una edición especial de “La región más transparente” de Carlos Fuentes. Dicha novela viene con comentarios de Julio Cortazar, José Lezama Lima, Fernando Benítez, Salvador Elizondo, José Alvarado, Luis Cardoza y Aragón, Salvador Novo y Miguel Ángel Asturias. Fue hecha, supongo, hace diez años, pues en su contraportada afirma ser una edición conmemorativa a los cuarenta años de su edición, y este año cumple el medio siglo de haber sido publicada por vez primera. Entonces me pregunto: ¿Y la parafernalia escandalosa para celebrarla?, ¿acaso es menos importante que “Cien años de soledad”?, ¿no se supone que Fuentes es nuestro gran escritor y “La región más transparente” su gran novela, que peca de ser fundadora de la nueva novela contemporánea mexicana y sepultadora de la novela revolucionaria?
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Como sea. Es sólo una opinión pues a nuestro Nobel sin Nobel le tengo guardada una considerada distancia; el Boom en general me causa un cierto aburrimiento, su discurso se me hace tan repetitivo, en fin. A Fuentes lo leí por vez primera en la secundaria: fue “Aura”. La novela o noveleta, debo decir, me gustó en demasía, pero jamás volví a toparme con un libro de Fuentes, lo respetaba y lo veía cada vez que salía en la televisión porque sabía que era y es ¡el gran escritor de México! –claro, después de Paz, todo es después de él-, pero lo veté cuando supe que vino a Puebla a recibir el “Honoris causa” de parte de la BUAP y leí en alguna nota periodística que por razones “ajenas a él” dejó esperando en la puerta principal del Carolino a un adolescente con casi toda su obra completa en espera para ser firmada por su creador. ¡Y él se había salido por la puerta trasera y no fue capaz de regresar! Llámelo sangronada o fruslería, querido lector, pero fue razón suficiente para que lo vetara.
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Luego, como con Paz, Pedro Ángel Palou me insistió en que debía leer a Fuentes por encima de mi veto: estaba perdiéndome una indispensable lectura. Haciendo caso a la invitación, cuando tuve la primera oportunidad de enfrentarme a otra obra cuentista, lo hice, y le tocó el turno a “La muerte de Artemio Cruz”. La leí con mucha atención, esmero y dedicación. La aplicación de técnica se me hizo muy buena, pero hasta ahí. Aunque hay escenas sumamente bien logradas, otras aburren. Recién leí “La Región”, y puedo afirmar con toda certeza, y a modo personal –una opinión siempre será así-, que efectivamente es una novela muy bien lograda, que prefiero al Fuentes de ésta novela que al Fuentes después de “Aura”, que me encantó mucho esta obra por la forma en que aplicó la técnica de Faulkner a lo mexicano, a lo Fuentes. Y ya.
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Ahora se celebran ochenta años de su nacimiento, las pasiones no tardarán en desbordarse, por lo tanto propongo que a Fuentes, de no recibir el Nobel en la edición que sigue, se le nombre presidente sentimental de México.

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